-Berta, venga.
Berta salió de la pieza secándose las manos con el repasador.
Nicasio estaba sentado en la galería, mirando la siesta.
-¿Qué pasa?
-¿Por qué se casó conmigo, Berta?
Berta quedó tan desconcertada con la pregunta que al
principio pensó que había escuchado mal.
-No entiendo-, respondió.
-Eso, Berta, ¿por qué se casó conmigo?
-¿Qué le pasa? ¿Está borracho?
-¿Por qué se casó conmigo, Berta? Si usted era guapa
y yo no tenía un peso. Y para colmo, le prometí que iba a tenerlo algún día y acá nos tiene. Mire la pieza, Berta, se
está cayendo a pedazos y yo no tengo ni fuerzas para hacerle un revoque. Mire el campo ahí enfrente, Berta. No es
Buenos Aires. ¿Se acuerda cuando le dije que la iba a llevar a Buenos Aires?
¿Por qué me creyó, Berta? ¿Por qué no se fue cuando se dio cuenta que nunca
íbamos a ir a Buenos Aires? ¿Por qué no
se fue cuando se dio cuenta de que todos los hijos que le hacía se le morían,
Berta? ¿Por qué aceptó esta miseria, esta casa en el medio del monte, el barro,
el calor y los mosquitos?
Berta le acarició la cabeza plateada y lo envolvió
en una sonrisa misericordiosa.
-Me casé porque todavía tengo la esperanza de que todo mejore-, respondió.- Y cuando eso ocurra yo voy a estar acá con usted para compartirlo, Nicasio.
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