Árbol Gordo Editores

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El Grinch de la Primavera

Yo no puedo creer esto de estar sentado en mi casa y ver como todo el mundo se revoluciona porque llegó la Primavera. Tuve que asegurarme de no estar mirando Jumanji cuando vi la manada de adolescentes frenéticos corriendo como salvajes por el césped, amenazando con destruir la ciudad.
Señores, seamos realistas: la primavera es DEPRESIÓN. Cualquier adolescente que se niegue a ver esta realidad es porque todavía no ha sido lo suficientemente golpeado por la vida.
Me parece buenísimo que el mundo entero quiera ser optimista, pero, ¿cómo andar por la vida, rodeado de flores, cuando tenés asma y experimentás la asfixia más cruel por el cambio de estación? ¿En qué momento se les va la sonrisa a los optimistas? ¿Cuando tienen una erupción de alergia, de granos, o de muchachitas histéricas riéndose en el colectivo como si estuvieran siendo brutalmente torturandas?
Porque es facílisimo hacerse el flower power hasta que te acordás que estás más solo que Hittler en su cumpleaños, o que estás más gordo que cualquier participante de Cuestión de Peso.
La primavera vino para recordarnos todos nuestros defectos. Todos. Sean físicos o emocionales.
Tampoco digo que salgamos armados hasta los dientes a matar hadas, no. Simplemente propongo que nos dediquemos a admirar la naturaleza en el más sano y respetable silencio.
Admiro a los pibes haciendo el picnic (ojalá se llenen de bichos colorados y los piquen las abejas hasta que las caras les queden irreconocibles hasta para un médico forense.)
Admiro a los enamorados (y sobre todo admiro que puedan andar de la mano y abrazarse con este calor inmundo. Ojalá se les resbalen los cuerpos del andén en el momento preciso en que esté llegando el subte.)
Bueno, basta. No quiero que me imaginen como el Grinch de la primavera.
Vayan, vayan, festejen. Vayan al parque con las empanadas que sus pobres madres habrán estado cocinando toda la noche, cual esclavas haitianas. Vayan con la gaseosa llena de calorías, ínflense las panzas y después mueran de dolor porque los baños químicos están llenos. Vayan, sáquense el abrigo y descubran que el invierno no solo trajo la soledad más inmunda, sino también unos rollos que asoman peligrosamente, intentando interceptar el campo visual entre sus ojos y sus pies.
Y no se olviden del repelente, el matamoscas y, por qué no, el gas pimienta. Uno nunca sabe cuando un picnic puede convertirse en un remake de Martes 13.

5 comentarios:

  1. Tengo 3 colegios en la manzana de mi casa, en uno, los muy infelices están cantando con micrófonos, con qué necesidad nos sumimos en el ridículo?
    No lo sé, pero desde que pasé los 18 años el día de la Primavera ara mí es una tortura, un recordatorio de que me estoy poniendo grande, de que acá vas a una plaza a sentarte a respirar un poco y te encontras con hordas de adolescentes haciendo mugre y más mugre...
    Tengo 23 años, y para mí este dia en particular, es una garcha.
    El día de la primavera para mí es renegar de la vida virtualmente porque no puedo salir a la calle porque me tocan el culo o me afanan en cualquier placita, mientras escucho a unos pendejos desafinados cantar por micrófono, copando todo el reducido espacio de mi monoambiente, por el que veo un mísero pedazo de cielo azul.
    Julia.

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  2. Comparto su dolor, Julia. Por eso propongo el rebenque correctivo para las citadas hordas.

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  3. yo voy a clases d lunes a jueves con 500 hippies. la primavera es un augurio de la cercanía del fin de año, así que me resulta más esperanzadora que deprimente, jejeje

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  4. El principio del fin.

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  5. adhiero totalmente a este dechado de sabiduría, soy docente de secundario, escuela pública de Primero a Quinto año.Si de marzo a agosto son insoportables EN PRIMAVERA SON PEOR, alzados, semiborrachos tooodo el mes , de festejo en festejo, no te falta el alérgico que se te ahoga en medio de la clase y te interrumpe... En fin, coincido con ud Épica Urbana, ojalá los bichos colorados sean mis justos vengadores

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