Árbol Gordo Editores

lunes, 23 de noviembre de 2015

El corazón del incauto (Reseña)

Atravesando el portón que conduce a la sala del Teatro del Abasto el viaje a la pampa bonaerense de antaño comienza. La quietud del campo que nada sabe de asfixiante cemento es el escenario escogido por Patricia Suárez y Sandra Franzen para este cautivador melodrama en el que tres modestos personajes convergerán para construir lo magnífico.
Honorio (Nicolás Mateo) y María (María Viau) han intentado tener hijos por mucho tiempo y las esperanzas parecen ser cada vez más frágiles. Una niña, dice Honorio, parecida a usted, María. Y ella solloza y reza, y acaso teme más a la condena social a la infertilidad que a los oídos sordos de la virgen que cada día la ve arrodillarse frente al altarcito.
Entonces el eclipse, ese momento mágico en que Honorio deja de ser Honorio y se deja acariciar el cuerpo por el fino género del vestido que gusta llevar dentro de la casa. Honorio es Honorio, pero también es Ángeles. María lo sabe y hasta lo festeja, como quien festeja un chiste que no entiende sólo para que el otro no pase un mal rato. A través del cristal de la cuarta pared atestiguamos la felicidad del esposo cuando ya no es esposo y acaricia la tela y ríe, consciente de sí mismo y satisfecho por ello.
El ladrido del perro anuncia visita inesperada. El peón Justo (Martín Urbaneja) entra en escena con ese pecho ancho y esa hombría morena de quien trabaja bajo el sol del campo. El flechazo entre el peón y su patrón crossdresser es inmediato y aunque Justo ignora la verdadera identidad de Ángeles, algo en sus ojos lo cautiva con una fuerza capaz de romper cualquier género de vestido o de ser humano. Y es correspondido.
Pero el amor correspondido no siempre se corresponde con las normas que condicionan la mirada del otro, ese otro que sabe mucho de prejuicios pero que de amor no aprendió nada. Honorio, con la vida sacudida, se encuentra a sí mismo perturbado por la sola idea de amar a Justo pero ser incapaz de confesarle su identidad.
Sin embargo, los días lo van venciendo y tal vez es ese dejarse vencer lo que le permite convertir esa perturbación en una cosa mucho más tibia que, a lo mejor, es amor verdadero. Con María sumergida en la ignorancia y llorando por un niño que no nace, los encuentros cortos van prolongándose. La sangre de Justo hierve y las promesas de una vida juntos se le escapan de la boca como una tormenta. No habrá escuchado esa pampa declaración de amor más hermosa que la del peón a su patrón y la mística de la quietud campera se interrumpe por un estallido de rojo apasionado que es lo que sucede cuando quienes se aman se besan.
El testigo se agarra del asiento y sonríe todo lo que puede hasta que la terrible consciencia de la tragedia inminente le azota el cerebro. María regresa para devolver a su esposo a la realidad y para deshacerse de Justo. El corazón del incauto termina siendo el del espectador, que hasta el último momento exige que tanto amor prohibido no tengo que pedir más permiso.

Esta impecable pieza dirigida por Alejandro Ullúa podrá verse durante el resto de Noviembre en el Teatro del Abasto (Humahuaca 3549) los lunes a las 21.


miércoles, 18 de noviembre de 2015

Leer salva

Hoy mi inició amaneció con incontables avatares de banderas francesas y llamados desesperados a rezar por Francia en una suerte de despertar xenofílico que me dio un poco de esperanza. Porque nada más hermoso que aquel que desinteresadamente se compromete con el dolor de un extranjero, nada más inspirador. Recemos por Francia. Y por Libia también. Y por Siria, Palestina, Venezuela y México. Recemos por Somalia, por Nigeria y por Yemén. ¿O sólo los ciudadanos europeos y blancos valen nuestras oraciones? Nos compelen a rezar por una Francia que bombardeó Libia como si sembrar muerte no produjera frutos de tragedia. Nos piden que recemos como si justamente todo el showbiz religioso no fuera culpable de los inocentes que se mueren. Rezar por Francia sería como intentar apagar el fuego con un balde de nafta. Nos piden que recemos por extranjeros blancos mientras acusamos a los extranjeros morenos de robarse nuestros empleos y hacer colapsar nuestro sistema de salud. Tomamos vodka ruso y usamos teléfonos chinos y automóviles italianos, pero nos resulta repugnante que nuestro vecino sea peruano. Nos solidarizamos con el dolor del otro sólo cuando sale por televisión, y rezamos. Rezamos porque es más triste morir en Francia. Rezamos sin saber que una oración es tan útil para salvar una vida como esta publicación. Nos piden que recemos mientras aprovechan para subir la foto de ese viajecito a París en el 2008 y al pie escriben "qué triste". Triste sos vos, hermano. Triste es que haya inocentes muertos en París y en cualquier parte del mundo para justificar la guerra que están planeando los gordos de saco y corbata, los gordos que quieren petróleo y te piden que reces, pero nunca te van a pedir que leas. Que te informes. Que debatas con vos mismo, que cuestiones tus propios prejuicios. Ellos te piden que reces y mires fijo ese televisor chino que metiste al país escondido en el baúl de la camioneta. Porque meter tecnología escondida en vehículos está bien, es lo que se usa, pero cuando los que se meten ilegalmente son extranjeros famélicos que sueñan con una vida mejor nos encoleriza. Te piden que le reces a un ser imaginario mientras los seres de carne y hueso siguen matando. Te piden que reces a un ser imaginario de túnica blanca para que termine la guerra mientras los seres de carne y hueso y saco y corbata siguen fabricando armas. Te piden que reces por la muerte del europeo mientras al latino lo sigue comiendo el hambre y al árabe lo sigue ahogando el petróleo. No reces para que tu corazón esté tranquilo; mejor leé para que tu cerebro esté inquieto. Leer salva más vidas que rezar.

viernes, 13 de noviembre de 2015

¿A quién querés más?

Las camas están hechas para dos, incluso las más pequeñas. Tres en una cama no se hace, no se dice, no se usa. Elegí a uno, y que el otro duerma en el piso, en el patio, en otra casa. En otro corazón. Porque al corazón te lo pueden romper en mil pedazos, porque eso es sano. Está de moda. Pero elegir dividir el corazón no se hace, no se dice, no se usa. Dividir es más barato que romper, pero romper es lo que se estila. Las camas están hechas para dos. Uno es muy poco pero tres son demasiados. El código es binario. El código es estricto.
Querés tener un hijo pero todavía no tenés con quién. Tenerlo solo es muy poco, tenerlo de a tres es demasiado.
Querés formar una familia, pero todavía no tenés con quién. Vos solo no sos nada, pero tres son demasiados. Tres es multitud. 
El amor es de a dos hasta que aparece alguna puta que no sabe contar leí una vez en Twitter. Y no podés enamorarte de la puta también. No vale amar a la puta. El amor es de a dos porque digo yo, porque lo dice mi vieja, porque lo dijo mi abuela, y a mi abuela se lo dijo su madre que era una santa y jamás se atrevió a mirar a otro hombre. Ni a otra mujer. Dicen… yo repito. 
Porque el matrimonio es de a dos, no de a tres ni de a cinco. Así manda el Dios que me crio. Ámense los unos a los otros, pero de a dos, porque los números impares nos ponen incómodos salvo que hablemos de pecados capitales. Así manda el Dios que te crio a vos también. Decile Dios o status quo, lo importante es que mande y que le creas y que no te animes. Animarse es otra forma de pecado. 
¿Lo contrario de poli-amor es mono-gamia? Hay algo que no me cierra. Lo contrario es mono-amor a lo mejor. No, no me cierra. 
Elegí a uno solo y amalo para siempre, y mejor que elijas bien, porque vas a ponerle sobre los hombros la carga de serlo todo. Cantante y matemático, pintor y administrador, esposo y hermano, esposa y amiga, que cocine como una madre y coja como una puta y se vista como una princesa y te defienda como una guerrera. Todo ella sola. ¿Todo ella sola? 
A mí me gusta cómo besa Sergio y cómo me abraza Martín y cómo me sonríe Julián, pero tengo que elegir, porque las camas están hechas para dos. Las camas y las leyes y el imaginario colectivo. Adán y Eva. Romeo y Julieta. Pinky y Cerebro. El que cocina y el que lava. Batman y Robin, hasta que se metió la puta de Batichica. 
Amor de a tres no es amor, es calentura. No falta espacio en la cama, sobran prejuicios. Amor de a tres no es amor, qué importa lo que ustedes sientan. No es amor porque yo digo que no es amor. Qué me importa que se necesiten. Qué me importe que sean tres personas diferentes y que cada uno sea tan especial para los otros. Elegí, todo no se puede. Porque yo digo. Yo mando. Mando sobre tu cama y sobre tu corazón y sobre cómo entendés las relaciones. Yo mando.
El problema con los que mandan es que sólo saben contar hasta dos.
¿A quién querés más, a tu mamá o a tu papá? Tenes que elegir, no podés decir que a los dos por igual. Eso es poliamor y el amor es de a dos, ¿escuchaste? Tampoco vale decir que son dos personas distintas y que cada uno es hermoso a su manera. Y ni se te ocurra hablar de lo que cada uno puede darte individualmente. No podés tenerlos a los dos, tenés que elegir a uno. Quiero que elijas a uno. ¿A quién querés más, a tu mamá o a tu papá? Elegí a uno: a un dios, a un amigo, a un solo hermano, no podés amarlos a todos. No podés amar, ni siquiera, a dos.

martes, 10 de noviembre de 2015

Soy decente

Yo no voy a la Marcha del Orgullo. ¿Orgullo de qué? ¿De marchar con travestis semidesnudas y tipos sin remera? ¿De marchar con drags entangadxs? ¿De marchar con machonas con camisa? ¿De caminar al lado de minas en tetas? ¿De rodearme de maricones vestidos de cuero? ¿De andar mostrando la cara en la tele y que me vean todos mis familiares como si esos y yo fuéramos la misma cosa? Yo no voy a la marcha, que los maten. ¿Quién necesita un país más diverso? ¿Quién necesita entender la construcción sexual y emocional del otro? Si fueran todos de traje y corbata capaz me sumo, porque eso es más decente. Tener pinta de oficinista es más decente. Tapar es más decente, porque salir a poner el cuerpo exigiendo que te respeten es una estupidez. Porque salir a gritarle a la sociedad que vos y tus emociones y tu sexo y tu autopercepción también son parte de la cultura de nuestra Nación me parece ridículo. Que los maten, que sean víctimas del acoso escolar, que los empujen a la prostitución, que los conduzcan al suicidio, que no les den trabajo. Eso es más decente. Mi traje y mi corbata son más decentes, porque es muy importante que la abuela piense que no soy igual que ellos, que piense que soy algo que no soy sólo para no darle un disgusto. Es más importante que la abuela no sepa, porque la ignorancia es más barata que la libertad. Porque los derechos conquistados también son para mí pero yo no pongo el cuerpo porque quedarme a ver por Crónica cómo las trans son entrevistadas en tono sarcástico es más decente. Porque mi sillón es más cómodo que defender mis derechos y los derechos de todos esos tipos semidesnudos que, no sé por qué, no entiendo por qué, ríen y se abrazan y se felicitan y se prometen defenderse y confían en que un cambio cultural es posible. Yo me dejo la corbata puesta. Lo bueno de las corbatas es que si atás la otra punta a una rama no hace falta que nadie te ayude a morirte.

Tren

-Se informa a los señores pasajeros que la Línea B se encuentra interrumpida por arrollamiento. Una persona se tiró a las vías, señores. Se suicidó.
-¡La puta madre!-, gritó el chabón.- ¿No se podía matar en otro horario?
Lo miré y sólo pude hacer silencio. Desalojé el vagón mezclado entre los otros y arrastré los pies hasta la salida con el alma pesada como este cielo de tormenta. Las palabras del pibe retumbaban en mi cerebro, algo se me había roto adentro. Me asusté. Me asustó esa indiferencia y ese apuro egoísta que pretende justificar la crueldad. Abandoné Estación Pasteur y anduve muchas cuadras con la lluvia helada sobre el lomo y un nudo en la garganta. Me ardían los ojos, pero nadie se dio cuenta. Nunca nadie se da cuenta. Esta tarde a mí también me atropelló un tren.

lunes, 2 de noviembre de 2015

No existís

El texto a continuación fue seleccionado para la apartura del evento "Kilombo Queer - IV Edición", llevado a cabo en Teatro Espacio Tole Tole (Pasteur 683, C. A. B. A.) el día 31 de octubre de 2015 e interpretado por la actriz Rosario Sabarrena.
+ Info en Blasting News



Me llamo Rosario y no existo. O sea sí, existo, no soy una sirena. Existo pero no, como la envidia sana. Existo de vez en cuando, mejor dicho. Y el problema con los de vez en cuando es que no dependen de mí, sino de ustedes.
Ustedes no me dejan existir, hijos de puta, y miren el esfuerzo que estoy haciendo por parecer lo más real posible. Vení, tocame acá, ¿viste que sí existo? No soy un fantasma. Bah, hasta los fantasmas existen más que yo. Pero acá el mambo es distinto: yo no existo porque soy bisexual.
¡Ajá! ¡Así los quería agarrar!
¿Sabés la cantidad de veces que me dijeron en la cara que no existo? Porque ustedes creen que la bisexualidad no existe. Si sos mujer y bisexual, no sos bisexual, sos una fiestera. Y si sos hombre ni te digo, ¡sos un puto traumado! Y si sos trans y bisexual… ay, no sé, ¡sos un alien!

Hay dos formas de existir: por consciencia propia y por consciencia de los otros. Y mi consciencia está diez puntos, eh. Yo sé que existo. Existo cada vez que abrazo a un hombre o beso a una flaca, existo cuando la piba me toca las tetas o cuando el pibe me hace la cena y existo también cuando ella me lee o cuando él me muerde el cuello y me deja marcas que al otro día tengo que andar cubriendo con el pañuelo de seda que heredé de la abuela. Así de mucho sé que existo, el pañuelo que cubre el beso es prueba suficiente. Y ella y él me hicieron sonreír de igual manera y de los dos me enamoré. Y enamorarme también prueba mi existencia.

Acá el problema es la consciencia del otro, esa consciencia cuadradita, como box de call center, como monoambiente de microcentro. Y yo no entro en ese cuadrado porque soy círculo y triángulo al mismo tiempo. Y vos me venís a mirar a los ojos y decirme “¡la bisexualidad no existe!” sin darte cuenta de que con cuatro palabras de mierda desmoronaste mi existencia, mi construcción, mis círculos y mis triángulos que no caben en tus cuadrados.
Amás las etiquetas pero esta no te cabe, y cuando te digo que soy bisexual ponés cara de que te preguntaron cuánto es 432 dividido 29, así mira, los ojitos chiquitos y llenos de duda, mirándome con desconfianza como si sospecharas que fui yo la que te afanó la porción de lemon pie que dejaste en la heladera.


Pero yo sí existo y amo y amar es prueba de existencia, no importa a quién. Y coger también es prueba de que existo y tampoco importa con quién. Bah, a mí no me importa con quién, se ve que a vos sí. Se ve que mi libertad es una trampa mortal para la moral sensible y al final la culpa es mía por no ser o círculo o triángulo. Yo existo. Vení, tocame. Soy círculo y triángulo al mismo tiempo. Y es así porque digo yo. Porque al fin y al cabo nunca vamos a poder ser nada para nadie si primero no somos todo para nosotros mismos, ¿no?