-Han cerrado el periódico de la ciudad y la escuela está tomada por estudiantes, dijo Salvador, mientras revolvía el escritorio desesperado, como buscando algo. Tengo que ir allá. Tengo que ayudarlos.
-¡No!, grité, saltando de la cama. No podés ir. Está la policía. Te van a pegar.
-¿Qué te hace pensar que los golpes en el cuerpo duelen más que los golpes en la democracia? Debemos enfrentarlos.
-¡No!, grité, saltando de la cama. No podés ir. Está la policía. Te van a pegar.
-¿Qué te hace pensar que los golpes en el cuerpo duelen más que los golpes en la democracia? Debemos enfrentarlos.
Encontró sus armas y las guardó, me dio un beso y salió de la habitación sin mirar atrás. Escuché el sonido de la cámara de fotos golpeando suavecito la tapa dura del cuaderno dentro de la mochila. Es que a Salvador lo envalentonaban las imágenes y las palabras. Cada quien elige con qué balas combatir.
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