El galope de las suelas contra el asfalto le avisó a Zulema que Pedrito se acercaba corriendo a sus espaldas. El envión de la carrera le enterró la cara en la panza de la madre, que aprovechó el abrazo para acariciarle los bucles rubios y hacerle cosquillas en el cuello.
-¡Hola, mami!, dijo Pedrito, muerto de risa.
-¿Vamos?, preguntó Zulema, cargando la mochila de Capitán América en la espalda.
-No, no, pará, mami. Tenemos que esperarlo a Lucio, que va a ir a tomar la leche a casa para jugar a la Play.
-¿Quién es Lucio, mi amor?
-¡Hola, mami!, dijo Pedrito, muerto de risa.
-¿Vamos?, preguntó Zulema, cargando la mochila de Capitán América en la espalda.
-No, no, pará, mami. Tenemos que esperarlo a Lucio, que va a ir a tomar la leche a casa para jugar a la Play.
-¿Quién es Lucio, mi amor?
Lucio se acercó y se paró junto a ellos, pero recién cuando dijo hola, Zulema le prestó atención. Tenía la cara morena y el cabello sucio. Su ropa olía como a humo y de la espalda le colgaba una de esas mochilas que venían con la revista Anteojito en 1998, gastada de tanto haber paseado sobre los hombros de sus hermanos mayores.
-Este es Lucio, mami, dijo Pedrito.
-Este es Lucio, mami, dijo Pedrito.
Zulema hizo silencio un rato largo. Aunque miraba fijo a Lucio, no pensaba en él, sino en cómo se mezcla la gente en la escuela pública.
-Pero, mi amor, Lucio no puede ir a tomar la leche con nosotros, dijo finalmente. Su mamá se va a preocupar.
-No, señora, dijo Lucio. Yo ya le pedí permiso y me dijo que sí.
-¿Y cómo pensás volver a tu casa?, preguntó la madre, impaciente. Porque vos debés vivir muy lejos.
-Eh... más o menos, señora. ¿Usted conoce el terraplén del barrio Mujeres Argentinas? Bueno, yo vivo atrás. Yo ya averigüé dónde se toma el colectivo, entonces después me voy solo.
-No, no, no, dijo Zulema. Es muy peligroso, no podés ir a casa y después volver solo, Lucio.
-Pero señora, interrumpió el nene, con el corazón latiendo muy rápido como cuando uno sabe que está a punto de perder una oportunidad, como él, que se moría de ganas de jugar al Mortal Kombat por primera vez y ser Sub Zero porque Pedrito decía que era el más poderoso. Señora, suplicó, mi mamá me dijo que ella me iba a ir a esperar a la parada del colectivo.
-No, no, es muy peligroso, es muy lejos tu casa, otro día que tu mamá te venga a buscar sí.
-Pero mami, interrumpió Pedrito, la mamá de Lucio trabaja y no lo puede venir a buscar.
-Pero mami, nada, hijito. Una lástima, qué va a ser. Ya te dije que te tenés que buscar amigos que vivan cerca. Lucio tiene que ir para su casa ahora, ¿sabés Lucio? No vas a poder venir con nosotros.
-Pero, mi amor, Lucio no puede ir a tomar la leche con nosotros, dijo finalmente. Su mamá se va a preocupar.
-No, señora, dijo Lucio. Yo ya le pedí permiso y me dijo que sí.
-¿Y cómo pensás volver a tu casa?, preguntó la madre, impaciente. Porque vos debés vivir muy lejos.
-Eh... más o menos, señora. ¿Usted conoce el terraplén del barrio Mujeres Argentinas? Bueno, yo vivo atrás. Yo ya averigüé dónde se toma el colectivo, entonces después me voy solo.
-No, no, no, dijo Zulema. Es muy peligroso, no podés ir a casa y después volver solo, Lucio.
-Pero señora, interrumpió el nene, con el corazón latiendo muy rápido como cuando uno sabe que está a punto de perder una oportunidad, como él, que se moría de ganas de jugar al Mortal Kombat por primera vez y ser Sub Zero porque Pedrito decía que era el más poderoso. Señora, suplicó, mi mamá me dijo que ella me iba a ir a esperar a la parada del colectivo.
-No, no, es muy peligroso, es muy lejos tu casa, otro día que tu mamá te venga a buscar sí.
-Pero mami, interrumpió Pedrito, la mamá de Lucio trabaja y no lo puede venir a buscar.
-Pero mami, nada, hijito. Una lástima, qué va a ser. Ya te dije que te tenés que buscar amigos que vivan cerca. Lucio tiene que ir para su casa ahora, ¿sabés Lucio? No vas a poder venir con nosotros.
Zulema tironeó del guardapolvo y se llevó a Pedrito a los empujones, apretando los dientes. Vamos hijo, repetía molesta, y Lucio se quedó ahí, mirando cómo se alejaban. La mamá de Pedrito ni siquiera se despidió, ni volteó, ni lo vio decir chau con la mano, mientras los ojos negros y achinados se le llenaban de lagrimitas. Él tenía muchas ganas de ser Sub Zero, aunque fuera una sola vez en su vida.
.
De qué meritocracia me vienen a hablar, si ni siquiera les dan a los nenes las mismas oportunidades de jugar.
Que vieja pelotuda
ResponderEliminarQue vieja forra me la cruzo por la calle y la mato jaja
ResponderEliminarque vieja puta
ResponderEliminarEs parte de una realidad que nos atraviesa en estos tiempos, por suerte hay otra parte.
ResponderEliminar