Respondí que mal.
¿Qué pasó?, me preguntó, sin apartar los ojos de las líneas que proyectaba sobre el papel.
¿No ves esto? Las universidades no dan abasto, prohibieron las fiestas, hay un protocolo para evitar la protesta.
Después de reflexionar un rato, Salvador volvió a hablar.
Es decir que están prohibiendo que la gente se reúna en grupos numerosos, como en la dictadura.
Él regresó a su café y sus dibujos.
Yo sigo mirando el vacío, mudo. Creo que se me está rompiendo el cosito de la esperanza.
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