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domingo, 10 de julio de 2016

Fernweh (octava parte)

Nos quedamos en la playa, semidesnudos y con las piernas llenas de sal, hasta que el sol, todavía tibio, comenzó a hundirse en el horizonte sin nubes.
-Mirá qué lindo, le dije, señalando el momento exacto en que los rayos se acostaban sobre la espuma del mar, que ahora parecía pulpa de mango.
-Sacá una foto, me pidió.
Agarré el teléfono y lo levanté en dirección al paisaje. Antes de poder abrir la cámara, sentí el peso suave de la mano de Salvador obligándome a dejar el aparato. Me sacó los anteojos y me corrió el flequillo de los ojos, mientras señalaba la moneda de fuego.
-Sacá una foto, repitió.

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