Árbol Gordo Editores

domingo, 10 de julio de 2016

Trolo

"¿Y? ¿ya la pusiste? gritó el tío con la cara colorada de sol y vino, una siesta de pileta. ¡No me vas a decir que sos trolo!, insistió, y la carcajada salpicó el agua. Cuando yo tenía tu edad... ¿vos cuántos años tenés? ¿quince? ya debés tener las manos llenas de pelo, eh. Cuando yo tenía tu edad, o un poco menos, el abuelo Enrique me llevó al cabarute de la ruta y me dijo elegite la que quieras. Me agarré una veterana, porque los muchachos ya me habían avisado que esas cogen mejor. ¡Vos sabés que me hizo que se la ponga entre las tetas!. ¡Qué tetas grandotas! ¡No me olvido más! Y el vino le llenó los dientes y la lengua, que se le puso blanda y bordó y un poco bífida. Yo quería que me la chupe nomás, contó. Chupámela, le dije. ¡Cómo la chupaba, tendrías que haber visto! Esa sí que era bien puta. Me la chupó y después la di vuelta y se la di por el culo. Asi nomás, a pelo. La agarré del cuello y le pegué unos sopapos y se quedó mansita la vieja. Vos tenés que ponerla ya, a como dé lugar, estás grande. Tus compañeros van a pensar que sos puto, m'hijo", pensaba Facundo, mientras sus piernas gruesas apretaban los muslos tibios de la piba, que quería gritar, pero no podía, porque le había envuelto el cuello con los dedos flacos de la mano izquierda, mientras que con la derecha se desabrochaba el cinto. "A como dé lugar", había dicho el tío, borracho de odio. Y Facundo hizo caso, porque no quería que nadie piense que era trolo.

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