No me conquistes. No necesito tus barcos ni me hacen falta tus armas. No quiero verte llegar a mis costas para arrasar con mis montes, no quiero verte abrasar mi civilización.
No quiero tu Dios ni merezco tus mártires. Tus espejos nada saben de mi reflejo traslúcido que se acuesta a dormir sobre el cristal del río manso. Tu conquista huele a pólvora y yo soy flores de naranjo. Yo ya existía cuando tus botas se hundieron por primera vez en la arena de mis trópicos.
Habitame despacio, mostrame las fotos que te acompañan y los mapas de la tierra que te vio nacer, pero no me conquistes. Que tu historia me maraville, no me doblegue. Sé forastero misterioso al que quiera acercarme, jamás feroz conquistador que me obligue a desaparecer en la espesura de la niebla.
Adentrate despacio en mis senderos. Maravillate con las cascadas que serán tu pila bautismal. Contemplá mis estrellas en silencio y perdoná mis tormentas de verano. Que mis cuevas sean refugio, nunca empresa. No podrás comer el fruto de mis árboles si no te conmueve la semilla que germina, la tierra que los parió.
No me conquistes. Conquistar es asolar y me urge ser verde. La savia de mi monte será remedio cuando necesites sanar.
Microalmas (extracto)
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